Retratar un bonito momento

A veces sentimos la necesidad de inmortalizar algunos lugares o momentos de nuestra vida, para que quede constancia de que estuvimos en la capital más remota del mundo, o simplemente para recordar cómo era nuestro rostro cuando teníamos 3 años.

Para ello necesitaremos una serie de instrucciones con las que plasmar ese instante de por vida.


En primer lugar, debemos tener posesión de lo imprescindible en todo esto; una máquina de inmortalizar momentos. No es difícil conseguirlas. Las podemos encontrar en tiendas específicas para ellas, que, aunque pueda parecer complejo es más sencillo de lo que imaginamos. Si aún no disponemos del artilugio, la solución más sencilla es pedirla prestada momentáneamente a un familiar o un amigo.

Una vez que tenemos el objeto, lo cogemos con ambas manos. Con cuidado de no dejarlo caer, sobretodo si es nuestra. En caso de que esto ocurra y el aparato sea prestado… con un simple: “Ya estaba así” lo podremos arreglar.

Nos colocamos delante del instante a retratar, esperamos pacientemente que el momento llegue. Esperamos una mirada cómplice entre amigos. Una sonrisa de un niño pequeño. Una divertida caída de uno de tus primos. O el gesto embobado de un abuelo observando a su nieto fantasear… Cualquier cosa vale. Aunque si se está empezando su carrera como inmortalizador de instantes le recomiendo comenzar por lo básico, retratando un jarrón.

Cuando el momento haya llegado, pulsamos un botón. ¿Qué botón? Sencillo, en cada aparato está en un sitio diferente, pero casi todos suelen estar por la parte derecha de arriba.
Muy importante; No esperes al momento de retratar el instante para buscar el botón. Si haces eso, plasmarás la acción siguiente a la deseada.

Una vez que le demos podrán ocurrir dos cosas. Puede que salte una luz cegadora, dejando con una extraña expresión a todos los presentes, o simplemente sonará un suave sonido que nos indicará que el retrato ya está realizado.


Sabiendo hacer la primera, las demás vienen solas. Lo único que habremos de hacer es no perder la costumbre.
Es bonito retratar instantes, y lo mejor es ver después como aquella sonrisa, aquella caída, aquella puesta de sol… quedan para siempre plasmada en un papel.