Un nuevo día

Amanece. Un nuevo día. Sonríes. Piensas “Hoy será mejor que ayer”. Hoy todo va a cambiar. Te equivocas. Ves como cuando tus ojos se abren lo primero que ves es oscuridad. Ni siquiera la luna ilumina tu habitación. Ni siquiera se digna a hacerlo. Te sientas sobre el filo de la cama. Con unas ojeras que llegan al suelo. ¿Cómo voy a salir así? ¿Qué pensaran? No me importa. Todo el mundo las tiene. Las tapan debajo de botes y botes de maquillaje. Algunas ni siquiera las ocultan. Yo tampoco lo hago. Para que malgastar un precioso tiempo en tonterías. Eso lo es. Pero ¿Desde cuándo el tiempo es precioso? ¿Desde cuándo el tiempo vale algo para mí? Nunca lo ha hecho. Siempre veo las horas pasar. A veces incluso con ansia. Espero el momento en el que ocurra algo. Impaciente. A veces me pasa. No veo el momento en el que la aguja del reloj se mueva. Dando así comienzo otro segundo. Otro minuto. Otra hora. El tiempo siempre es un problema. No puedes pararlo cuando quieres. Tampoco puedes adelantarlo. El mundo sigue girando a tu alrededor. Sin poder controlarlo. A veces me gustaría. Siempre querría hacerlo. Respiro hondo. Dejando que mis pies toquen el suelo. Por ahora no me duelen. Ya lo harán. El día es largo. Muy largo. Como siempre. Estoy cansada de caminar. Caminar. No me refiero al hecho de mover mis piernas. No me refiero al hecho de moverme de un sitio a otro. La vida. Caminas. Forjas un camino. El que quieres. El que deseas. Pero ¿De verdad eliges tú ese camino? ¿No hay nadie que te empuje a tomar decisiones? Siempre los hay. Alguien que está detrás de ti. Alguien por el que te animas a hacer algo. Creyendo que no repercute en nada. Lo hace. En ese momento has dado otro paso. Un paso sobre tu camino. Ese camino que todo el mundo ve de color de rosa. Yo no lo veo de ese color. Lo veo plagado de rosas. Sí. Flores hermosas con espinas. ¿Acaso no es eso la vida? Un camino en el que siempre lo ves todo hermoso. Maravillo. Al coger la rosa te pinchas. Te clavas sus espinas. ¿Acaso no es eso la vida? Siempre hay algo que te hace equivocarte. Quizás sea aquello tan hermoso que viste en un principio. Ya no es tan bonito. Al pincharte. Al caerte. Al equivocarte. Te das cuenta de que no deberías de haber cogido la rosa tan rápidamente. Deberías de haber pensado como cogerla. Para no clavarte las espinas. Vuelvo a respirar. Esta vez suelto el aire en un angustiado suspiro. Me levanto de la cama. No volveré a sentarme en ella hasta la noche. Me dirijo hacia la ventana. Fuera hace frio. Hecho que hace que maldiga de nuevo tener que salir. Fuera. Las calles están oscuras. Me arreglo. Lo más rápidamente que puedo. No quiero volver a llegar tarde. Hoy es un día nuevo. No llegaré tarde. Me equivoco. Siempre lo hago. Ambas cosas. Equivocarme y llegar tarde. No lo puede evitar. Llámalo defecto. También lo puedes llamar don. El don de la impuntualidad. No me gustan ninguno de los dos conceptos. No es un don, pero tampoco es un defecto así que llamémoslo impuntualidad a secas. Impuntual. Eso soy siempre tranquila. Relajada. ¿Para qué correr? Salgo de la habitación. Vestida. Arreglada. Siguiendo mis gustos. No entiendo a aquellos que intentan ser quienes no son. Cambian su forma de vestir. Su propio carácter para gustar a los demás. Para gustar a todo el mundo. Imposible. Si sigues tus gustos. Si haces lo que realmente quieres. Lo que deseas. Siempre encuentras a alguien con quien compartir esos gustos. Con quien compartir tus problemas. Alguien con quien reír. Alguien con quien ser tú mismo. Siempre lo encuentras. Aunque te sientas sola. Aunque en tu cabeza nada tenga sentido siempre hay personas a tu lado. Ellas te hacen seguir sonriendo. Forjando el camino de la vida. En ellas siempre podrás confiar. Con ellas nunca te sentirás sola. Salgo a la calle. Otoño. Mañanas frías. Tardes cálidas. No aptas para calurosas. Yo lo soy. Sea invierno o verano yo siempre tengo calor. Otra peculiaridad. Ando. A paso rápido para no llegar tarde. Siempre lo hago. Por el camino te cruzas con gente. Mucha gente que se apelotona. Saturando las entradas a los institutos. El camino es largo. Te cruzas con mucha gente. Algunas llevan la cabeza agachada. Personas tímidas. No se atreven a mirar al mundo con la cabeza alta. Ni siquiera se atreven a mirar lo que tienen delante. El simple hecho de tener que hablar a personas desconocidas les aterra. Personas encerradas en sí mismas. Yo no llego al extremo. Pero me considero una persona tímida. Vergonzosa. Otras personas ríen. Cuchichean. Hablan sobre cómo les fue la tarde. Sobre que hicieron con el chico que les mola. Así lo dicen: molar. Yo considero que quien utilice esa palabra francamente está acabado. No creo que aquellos flechazos. En las relaciones que se forman con un simple “Hola” y “Adiós”. No creo que las relaciones en las que el uno no sabe nada sobre el otro. No creo en aquellas relaciones que surgen a través de un par de conversaciones por una red social. Yo creo en el amor. Cursi. Romántica. Lo soy. Prefiero creer en una mirada. En una sonrisa… Volvamos a las personas. Cotillean sobre personas ajenas a ellas. Quizás también me pueda considerar un poco cotilla. Pero no creo que, en su justa medida, sea nada malo. Más. Más personas. Chulos de barrio. Canis. Nada que decir sobre ellos. Foto aquí y allá. Recién levantada. En pijama. En bragas. En sujetador. En bikini. En la cama. Sobre un coche… todo sitio y situación es buena para hacerla foto. ¿Se miran en los espejos? He llegado a la conclusión de que no lo hacen. Pero para que hacerlo. Se creen guapas/guapos por liarse con unos y con otros, día sí, día también. No puedo. La gente así me exaspera. Cambiamos. Personas que se creen mejores que otras. Personas que gritan al oído del otro que es mejor. Que es más guapa. Más lista. Más simpática. Si de verdad lo son ¿Por qué lo gritan? ¿No se supone que todos lo deberían de saber? No entiendo a las personas así. No entiendo a la raza humana en general pero bueno, ese es mi problema. Te pisotean a la mínima. Lo hacen. Gritando. Literalmente. Piensan en voz alta. Egocéntricos. Inocentes. Creen que porque todo el mundo escuche su punto de vista lo comparten. No lo hacemos. Yo no lo hago. Pobres. Ingenuos. Se ponen en ridículo. Haciendo que todos escuchemos que se creen mejores. Pensamos en nuestra cabeza que no lo son. Quizás ellos lo digan. Pueden decir que han pensado primero en algo. Tú ya lo habías hecho. Ese problema lo resolviste hace tiempo. Callas. Dejando al egocéntrico en su inocente punto de vista. Todos sabemos que somos mejores que el otro. Lo creemos. Pero ¿Por qué gritarlo? Si de verdad lo somos alguien no tardara en reconocértelo. Alguien no tardara en halagar tus virtudes. ¿Por qué tiene que venir un creído a recalcar tus defectos? Él también los tiene. No hay más. Al menos no quiero recalcar a ninguna persona más. Llegas a tu destino. 6 horas de clase te esperan. Algunas insoportables. Aburridas. Pesadas. Otras más amenas. Se podría decir que incluso divertidas. 6 horas. Con descansos de 5 minutos entre unas y otras. Lo máximo, un recreo de 30 minutos. Necesarios. Útiles. Siempre está bien desconectar. Hablar y relajarte con tus amigas. Sacan una sonrisa a un día corriente. A un día sin sal. Te agarras a un terrón de azúcar para endulzarlo. Porque todos los días son iguales. Nunca te acuestas pensando: “Hoy ha sido un buen día. Un nuevo y fantástico día”. Espero poder hacerlo algún día. Espero poder acostarme pensando en lo maravilloso que ha sido el día de hoy. Quizás no este mirando al lugar correcto para encontrarlo. Quizás nadie lo haga. Pero ¿Dónde está el manual para encontrar el día perfecto? No lo hay. Una mirada. Una sonrisa. Una palabra bonita. Una mano en el hombro cuando algo va mal… Solo hay que buscar eso. Pequeñas perfecciones para un día perfecto.