ella.


Cuando morimos, nuestro cuerpo se vuelve gélido y nuestra piel nívea, río de venas que ya no fluye, nuestra expresión ahora eterna y nuestra conciencia nula, quizás, lo más sorprendente de todo este misterioso proceso, sea que nuestra masa es 21 gramos menor.

¿A dónde fueron esos 21 gramos? 
¿Perdimos una oreja por el camino tal vez? 
¿O los gusanos empezaron a cenar pronto? ...

¿No sería maravilloso que  fuese la ausencia del alma?

Puede que al morir el alma escapara de su claustrofóbico molde, puede que ella pesara 21 gramos, ahora que nadie la necesitaba, ya nada le retenía.

-          ¿Eres tú 21 gramos de mi peso?

Se quedó callada y jamás contestó.

Nuestro cuerpo perdió su esencia, ella le abandonó y fue lejos, dicen que vaga en los confines del universo, observándolo todo, vigila el movimiento de los satélites, la danza lenta de los planetas..

Eres muerto y ella vida, vida que no se ve, pero que lo ve todo al mismo tiempo.
Puede que un día ella vuelva como un golpe al corazón, puede que regrese a su antiguo lugar destinado, te acaparará y tus ojos putrefactos reflejarán la luz,  hasta la materia más minúscula de tu recóndito cuerpo  se reincorporará a una danza lenta, queriendo imitar los planetas, cada vez más rápido , más , mucho más.

El universo paró y retrocedió,  la gente ya no anda hacia delante , sino hacia atrás ,naceremos de la muerte, y moriremos al engendrarnos.

21 
    gramos 
                 de vida 
                              que lo significan
                                                          todo
                                                                  y a la vez 
                                                                                 nada.

Cuándo muera, querida alma si puedes escucharme, no me gustaría verte de nuevo, solo quiero vivir una vez.

Oraciones subordinadas adjetivas

■ Función.- Son aquellas que desempeñan en la oración compuesta el papel de un adjetivo, es decir, el de modificador de un sustantivo, pero sin preposición.

Las oraciones adjetivas, salvo que estén sustantivadas, se encuentran dentro de un grupo nominal.
                        Adela es una chica que resulta encantadora
A veces las oraciones adjetivas pueden sustituirse por un adjetivo, pero no siempre.
                        El individuo que come mucho      El individuo comilón
                        El concierto que oímos ayer          (no se puede)

■ Nexos.- Van introducidas por un relativo que se refiere a un antecedente explícito. Pueden ser:
            · Un pronombre relativo: que, quien quienes, el cual, la cual
                        El señor a quien he saludado es mi profesor de lengua
                        El regalo, con el cual me sorprendiste, me gustó mucho.
            · Un adverbio relativo: donde, cuando, como.
                        La calle donde quedamos no está lejos
            · Un determinante relativo: cuyo, cuya, cuyos, cuyas.
                        El entrenador cuyo equipo ganó fue abucheado

Estos relativos, además de servir de nexo a la subordinada, cumplen una función dentro de su oración:
            · Para averiguar la función del pronombre relativo se sustituye éste por el sustantivo, pronombre o sintagma nominal que le precede: su función será la misma que la de aquellos.
            · Los adverbios relativos desempeñan en la subordinada la función de complemento circunstancial.
            · Los determinantes relativos desempeñan la función de actualizadores.

Clases de proposiciones adjetivas.

-         Adjetivas especificativas.- Complementan a un sustantivo delimitando o restringiendo su significado.
El cine que está en la plaza estrena mañana la última película de Almodóvar

-         Adjetivas explicativas.- Añaden una nota significativa meramente explicativa, sin delimitación alguna del contenido del sustantivo. En la lengua escrita aparecen separadas por comas.
El cine, que está en la plaza, estrena mañana la última película de Almodóvar

Sueños

Sueños. Conjunto de 6 letras que forman la palabra más hermosa que puedas escuchar. Una palabra dulce. Melodiosa. Pero, cierra un momento los ojos y piensa en su significado. Escúchala mentalmente. ¿Es ahora tan hermosa como se escucha?

Los sueños son intangibles. Irreales. Traicioneros… Se podría decir que no son más que un producto de nuestra imaginación. Una muestra de nuestros deseos más profundos. Un viaje que nuestra mente hace para llegar al rincón en el que guardamos las esperanzas.
Irónico ¿no? En el único momento en el que no te mueves es cuando haces todo aquello que nunca te atreviste a hacer. El mundo gira a nuestro alrededor mientas permanecemos parados. Moviéndonos sin que nuestros músculos trabajen.

Cuando nuestros ojos se cierran una luz azulada se posa sobre nuestras mejillas. Sobre nuestros parpados. Nuestras manos. Nuestros labios. Una luz azulada se posa sobre nosotros, hechizándonos, haciendo inconfundibles los sueños. Haciendo que nuestro mundo deje de ser mundo. Convirtiendo un paisaje agreste, en un bello prado lleno de flores. Convirtiendo el más seco desierto, en un lago de aguas cristalinas. Colocando sobre el blanco techo un manto de estrellas. Tornando lo alto en bajo. Haciéndolo todo más cortó. Eliminando las distancias. Los márgenes. Los estereotipos. Borrando las formas. Suprimiendo nuestros miedos.

La luz de la luna nos vuelve valientes. Nos embruja. Nos conduce hacia el sitio más hermoso. Hacia el sitio deseado. Con la compañía esperada. En una situación mil veces imaginada, pero nunca real. Aunque en ese momento si lo es, real en nuestra mente. Existente en nuestros sueños. En los que, como siempre, el amor juega un papel importante.
Pues todos hemos soñado estar con la persona por la que nuestras piernas tiemblan. Con estar con la persona por la que nuestro corazón se acelera. Con la única capaz de hacer que mil escalofríos recorran nuestra espalda, con solo una caricia. Todos hemos soñado estar frente a esa persona. Todos hemos soñado que en el preciso momento en el que nos mira no cerramos los ojos.
En sueños no somos cobardes. No huimos. No esperamos. No nos alejamos de aquello que queremos.
Pero al despertar, al abrir los ojos, la realidad nos inunda. Volviendo a nosotros la claridad. Y tras un duro día tienes delante sus ojos. Hermosos y sinceros. Los mismos ojos que hace solo una hora nos miraban embelesados. Los mismos que hace unas horas nos gritaban que nos amaban. En sueños. Solo en sueños. Frente a nosotros sus manos. De tacto delicado, al tiempo que fuertes y protectoras. Las mismas manos que hace solo unas horas nos acariciaban. Deslizando la yema de sus dedos sobre nuestra piel. Haciendo que mil mariposas se agolpasen en nuestro estómago. Ahora las sentimos. Pero no nos acaricia. Ahora la miramos. Disimuladamente. Cobardes. Tanto como valiente fuimos en sueños.

Sueños, sarta de engañifas. Sueños volátiles y pasajeros. Porque, ¿alguien recuerda un sueño tras un largo día de adversidades? No. Nuestra mente se encarga de olvidarlos para que con ellos no podamos comparar la realidad.
Mas, con nosotros queda la esencia. Con nosotros pervive un rayo de esa luz azulada que por la noche custodia nuestros sueños. Luz de luna. La misma luna que si despiertos nos acoge, al creernos dormidos, convierte a la realidad nuestros deseos y esperanzas.